
Un día el ahora conocido Alfonso Cuarón se despertó con un halo verde que le comía por dentro… era la esperanza, y consiguió hacerla grande. Después de “La Princesita”, que recibió varios Oscars, la Fox le ofreció la dirección de esta adaptación de Dickens y sin duda no se equivocaron. Una muy cuidada escenografía junto con la banda sonora adecuada trasladaron la obra al siglo XX sin hacerla perder ni un suspiro de su esencia e incluso logrando enriquecerla con los matices propios del audiovisual.
Tenemos al mismo Finn (Ethan Hawke), pobre soñador enamorado, y a la inocente Estella (Gwyneth Paltrow) que juega a ser malvada. Un helado objeto de deseo siempre vestido de verde esperanza y un joven pintor que todo lo que hace desde su niñez va dirigido a conseguir el amor que no le es correspondido. Dos títeres sujetos por la cuerda de la desgracia y la sociedad, ansiosos por no tener nada que perder y un mundo de pasiones que ganar, y dos adultos que equilibrarán la balanza: la amargada tía Nora que nombra a su sobrina como vengadora de todas las mujeres despechadas, y un Robert de Niro que hará de benefactor en la sombra para que funcione el choque entre “vales lo que tienes” y “tienes lo que vales”.
Finalmente, la historia parece quedar en un empate ficticio, pero los dos protagonistas acabarán perdiendo. Aún liberados de las presiones de los sueños y las exigencias de quienes les han movido como fichas de ajedrez, el daño hecho es tan profundo que no hay amor que pueda salvarlo… o quizás sí. La cuestión es no perder la esperanza.
Este fragmento es quizás el momento más apasionado de la historia: la música, el movimiento de cámara, la iluminación... y la lluvia. Kissing in the rain, magnífica.
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