martes, 10 de marzo de 2009

Recomendando... Grandes Esperanzas (1998)

Dicen que las grandes historias ya están escritas, son universales e intemporales, pero todas ellas se pueden volver a crear mil veces… Al fin y al cabo, todas tratan de lo mismo, la vida, pero no todos los creadores la ven de igual manera.

Un día el ahora conocido Alfonso Cuarón se despertó con un halo verde que le comía por dentro… era la esperanza, y consiguió hacerla grande. Después de “La Princesita”, que recibió varios Oscars, la Fox le ofreció la dirección de esta adaptación de Dickens y sin duda no se equivocaron. Una muy cuidada escenografía junto con la banda sonora adecuada trasladaron la obra al siglo XX sin hacerla perder ni un suspiro de su esencia e incluso logrando enriquecerla con los matices propios del audiovisual.

Tenemos al mismo Finn (Ethan Hawke), pobre soñador enamorado, y a la inocente Estella (Gwyneth Paltrow) que juega a ser malvada. Un helado objeto de deseo siempre vestido de verde esperanza y un joven pintor que todo lo que hace desde su niñez va dirigido a conseguir el amor que no le es correspondido. Dos títeres sujetos por la cuerda de la desgracia y la sociedad, ansiosos por no tener nada que perder y un mundo de pasiones que ganar, y dos adultos que equilibrarán la balanza: la amargada tía Nora que nombra a su sobrina como vengadora de todas las mujeres despechadas, y un Robert de Niro que hará de benefactor en la sombra para que funcione el choque entre “vales lo que tienes” y “tienes lo que vales”.

Finalmente, la historia parece quedar en un empate ficticio, pero los dos protagonistas acabarán perdiendo. Aún liberados de las presiones de los sueños y las exigencias de quienes les han movido como fichas de ajedrez, el daño hecho es tan profundo que no hay amor que pueda salvarlo… o quizás sí. La cuestión es no perder la esperanza.



Este fragmento es quizás el momento más apasionado de la historia: la música, el movimiento de cámara, la iluminación... y la lluvia. Kissing in the rain, magnífica.

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lunes, 9 de marzo de 2009

El curioso caso de Benjamin Button


El mismo título de la película, "El Curioso Caso de Benjamin Button", te da una pista sobre lo que vas a encontrar en la pantalla: un relato “curioso” con algún que otro rasgo de realismo mágico.

La película es digna de compararse con algunos relatos de García Márquez (salvando su pluma, eso es algo único) y la escenografía y la iluminación están tratadas con tanto mimo que transmiten al espectador la sensación de estar viendo una película histórica, una historia épica, un relato que no les va a dejar indiferentes y que les va a conseguir implicar y emocionar. Cabe mencionar, para regocijo nacional, que las luces de la escena de la estación y los efectos del mar son obra de unos diseñadores españoles, y si bien no figuraban entre el equipo de este film al recoger el Oscar por Mejores Efectos Especiales, se merecen un trocito de estatuilla.

La historia es peculiar, un hombre que nace viejo y con los años va rejuveneciendo, y para ese papel no encontraríamos hoy día mejor actor hollywoodiense que Brad Pitt. Su físico le facilita la tarea, es un cuarentón con cara de niño que con un poco de maquillaje aquí, arruga allá, puede abarcar personajes desde los veinticinco años hasta los sesenta. Lo sorprendente, es que los adopte todos en el mismo film, que en ningún momento el espectador se sienta engañado y que siga conservando su atractivo desde el minuto en que ya tiene sesenta años (seamos sinceros, con setenta y ochenta años hasta el mismísimo Brad Pitt pierde su encanto, sólo Paul Newman se merecía tal honor). En cuanto a Cate Blanchett, está soberbia, bella, auténtica y con la misma elegancia de una estrella del Hollywood de los años cuarenta.

Sin embargo, no es una película perfecta. A menudo, el relato marco, la historia de la mujer anciana que se muere en el hospital mientras la hija lee el diario a los pies de su cama, interrumpe el film sin justificación, nos despierta demasiadas veces de la ilusión de ese mundo paralelo de Benjamin Button para aportarnos solo en contadas ocasiones datos de interés. Además, resulta difícil relacionar la historia del reloj que iba hacia atrás y el marco histórico del huracán Katrina con el resto de la película: los planos nos indican que el director quiere decirnos algo, especialmente en la última escena en la que una riada devastadora irrumpe en el cuarto donde está guardado, viejo y sucio, el reloj; pero algo no funciona del todo si el espectador no logra captarlo inmediatamente.

Es recomendable verla, al igual que sería recomendable en el 41 ver Ciudadano Kane o en el 77 Annie Hall, porque es ya un clásico en el mismo momento de su estreno. ¿Por qué esperar años y años para reconocer un éxito?
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